Si prestamos atención a nuestro entorno visual –las vallas publicitarias, la moda, las actitudes–, si escuchamos –el reguetón, las conversaciones–, si escudriñamos las redes sociales – Instagram, Tinder, YouTube–, si nos damos un paseo por los videojuegos –The Witcher, Beyond: Two Souls– o si encendemos la televisión –La isla de las tentaciones, Juego de tronos, 50 sombras de Grey, Sexeducation, Élite–, podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que nos gusta mucho el sexo.
Según este panorama, vemos mucho sexo (o actitudes sexualizadas), hablamos mucho de ello y también lo practicamos mucho pero, sobre todo, lo que hacemos es mentir mucho sobre el tema. En la sociedad actual el sexo es el cigarrillo en las películas de las décadas anteriores (omnipresente), es el reclamo imprescindible que atrae audiencias y mueve millones, muchos millones de euros ¿O es que alguien piensa que ver Sexeducation es gratis?
El sexo es tan eficaz como herramienta de venta que son demasiados
los que recurren a él como un náufrago se agarra a un salvavidas.
La mentira se forja en el mismo instante en el que el sexo se utiliza como negocio. Es negocio que Instagram tenga millones de usuarios, es negocio que nos abonemos a Netflix, es negocio que leamos 50 sombras de Grey, es negocio que veamos La isla de las tentaciones y también lo es que twitteemos sobre ello. El sexo es tan eficaz como herramienta de venta que son demasiados los que, abandonando el ingenio y la capacidad creativa, recurren a él como un náufrago se agarra a un salvavidas.
¿Por qué mentimos sobre el sexo?
Es evidente que, aún viviendo en una sociedad rodeada de sexo, no somos tontos, y no seríamos capaces de consumir (y generar) tanto contenido sexualizado si relacionáramos estos hábitos televisivos y de comportamiento en las redes y en la vida real con la soledad, la tristeza, el fracaso, el miedo, la manipulación, la presión social, la baja autoestima, la infelicidad, la ignorancia, la superficialidad, la avaricia, la necesidad de reconocimiento social, etc.
Por eso el sexo tiene que ser divertido, inconsecuente, intrascendente, irreflexivo, impúdico, amoral y estar fuera de cualquier juicio crítico. En el mundo audiovisual, además, tiene que estar bien vestido y oler bien. Es decir, el sexo protagonizado por gente guapa, en un entorno propicio y sin mostrar otros “percances” que lleva consigo la actividad sexual.
El precio de la mentira
Definir el sexo como lo hacen algunas series, los programas de televisión, la publicidad o las redes sociales es mostrar sólo una faceta de esta actividad biológica. Y, como hemos dicho, la cara que se muestra es la atractiva, la del riesgo, la de la aventura y la transgresión, la de la seducción y la excitación.
Pues si (el sexo) es un juego, juguemos ¿no?
Conocemos las audiencias y sabemos que Élite, Sexeducation o La isla de las tentaciones son los títulos de moda entre los menores, como lo fueron en su momento Compañeros, Física o química o Gran Hermano. Los títulos cambian, los protagonistas también, quizá el contenido se hace cada vez más explícito, pero el fondo es el mismo: el sexo es un juego.
Pues si es un juego, juguemos ¿no? Juguemos a mostrar nuestra intimidad, a enviarla por WhatsApp, a publicarla en Instagram, a colgarla en YouTube, a ver la intimidad de otros. Juguemos a excitar a los demás y a nosotros mismos. Juguemos con los sentimientos de otras personas (¡Ah! no. Perdón. El sexo no tiene sentimientos ¿o sí?). Juguemos a practicar sexo con una, dos o más personas, a cambiar de pareja si eso nos hace más felices, a vivir el momento. Juguemos a ser infieles. A controlar a nuestras parejas. Juguemos comprando y vendiendo sexo. Total, es solo un juego.
La mentira tiene nombre
Por alusiones, y por si algún lector no ha visto los programas mencionados, haremos una pequeña descripción de lo que los menores encuentran en los tres títulos más destacados.
Sexeducation. Como su nombre pretende indicar se trata de una clase sobre sexo en formato de ficción seriada. Sin embargo, en realidad es un producto de pornografía velada que enseña de forma bastante explícita las relaciones sexuales, la masturbación, las felaciones, los órganos genitales, los procesos de excitación, las incomodidades de vencer el pudor o las aversiones a la hora de practicar sexo oral, el sometimiento, la satisfacción personal y un largo etcétera. Todo ello, como ya se ha dicho, de forma que el menor no percibe las consecuencias reales, emocionales o psicológicas (que nunca se muestran) de este juego sexual.
Élite. Esta serie española adorna la temática sexual con el misterio de un asesinato (primera temporada) o desaparición (segunda temporada) y la lucha de clases. Luce todo este universo para acabar siendo un folletín de seducción y prácticas sexuales descontroladas entre adolescentes. Su principal característica es la normalización de las relaciones esporádicas, en cualquier lugar, con cualquier persona y cualquier pretexto, sin consecuencias, claro.
La isla de las tentaciones. Quizá nos hemos acercado, o ellos se acercan, a este programa por el absurdo de su planteamiento o el morbo del desenlace. Sin embargo, lo cierto es que en este reality las crisis son una excusa para abandonar la lucha, la fidelidad es una carga, el respeto mutuo un valor trasnochado, el amor es un deseo o un sentimiento más que un acto de la voluntad y el engaño una moneda de cambio hacia la fama y, por tanto, hacia el dinero. Eso es, en definitiva, lo que se desprende y lo que aprende un menor en La isla de las tentaciones.
Acaba la partida
Nos han invitado al juego del sexo y hemos aceptado pero, como en la vida misma, la partida llega a su fin. El precio que pagamos es proporcional al de nuestro grado de implicación. Por tanto, si hemos practicado sexting viviremos bajo la espada de Damocles ¿cuándo saldrán a la luz esas imágenes? Si hemos consumido series de contenido sexual ¿qué hemos aprendido? Si hemos practicado aquello que ni soñábamos ¿cómo nos hemos sentido? ¿A quién hemos hecho sufrir? Si nuestro perfil en redes sociales solo habla de nuestro cuerpo ¿en qué nos valoramos?
En definitiva, hemos ido en busca de una felicidad que, una vez conseguida, se ha vuelto efímera en el mejor de los casos y una pesadilla en el peor. La dependencia del like, la adicción a la pornografía y al sexo, la ansiedad, la depresión y la infelicidad son consecuencias directas de un consumo irracional y nada crítico de los productos de moda que incluyen el sexo como reclamo. Lo malo es que de eso no nos han avisado antes de jugar.
Hablemos con y de los menores
La experiencia nos enseña (porque también fuimos jóvenes), y ellos mismos lo confiesan, que los menores acuden a internet o a series como las citadas en busca de información. Información sobre algo de lo que, aunque vivimos en una sociedad hipersexualizada, curiosamente no se habla en casa: la sexualidad de las personas.
…es inaplazable, importantísimo e ineludible que asumamos nuestra responsabilidad.
Ellos nos necesitan y si nosotros no estamos, estarán Netflix, Google o Instagram.
Sabemos que el sexo nos atrae y, en especial, atrae al adolescente (y al preadolescente) que está en proceso de desarrollo de su sexualidad. También sabemos que existen negocios millonarios alrededor del mundo audiovisual y tecnológico. Si conocemos a nuestros hijos, seremos conscientes de que la curiosidad también forma parte de su evolución natural. Si, además, hemos cometido la imprudencia de darles un dispositivo con conexión a internet sin filtros, sin control parental y sin unas normas de uso, hemos cantado ¡bingo!
La buena noticia es que no es tarde. Tanto si pensamos que ya han podido “informarse” sobre sus inquietudes sexuales a través de la pantalla como si todavía no lo han hecho, lo más urgente es construir en casa un ambiente de confianza, conversación y ningún reproche. Cuanto más tarde empecemos menos efectivo será nuestro esfuerzo y más difícil les resultará a ellos contarnos sus inquietudes. Sin embargo, es inaplazable, importantísimo e ineludible que asumamos nuestra responsabilidad. Ellos nos necesitan y si nosotros no estamos, estarán Netflix, Google o Instagram.
¿Cómo hablar con ellos?
Con este artículo pretendemos ayudaros a empezar esa conversación que nadie tiene ganas de tener. Podemos darles este artículo para leer y comentarlo:
¿Has visto estas series?
¿Me cuentas de qué van?
¿Te parece exagerado lo que se dice de ellas aquí?
¿Qué piensas tú?
¿Qué te incomoda?
¿Qué te inquieta?
¿Qué quieres saber?
¿Qué influencers sigues?
¿Qué te atrae de ellas?
¿Qué hacen?
¿Quienes son y de qué hablan?
¿Piensas que es verdad lo que publican?
¿Qué piensas de hacer sexting?
¿Conoces a alguien que haya practicado sexting?
¿Qué le dirías?
¿Debemos compartir fotos de otras personas? ¿Por qué?
¿Crees que el sexo es un entretenimiento?
¿Por qué crees que una serie o un programa va a informarte sobre sexo?
Mar Pons
Fotografía: Unsplash