[ABC.es]
Una situación de excepción como la provocada por el coronavirus se divide entre lo individual, con personas mayores en plena soledad, y lo colectivo, caso de las familias que rebasan con amplitud la barrera mínima para ser numerosas.
Una de ellas, la de la ferrolana Mar Dorrío, que con 43 años lidera un hogar milimétricamente ordenado pese a, o quizás por, tener una docena de descendientes, la mayor Carmen, con 21, y la menor Paz, con apenas tres.
Lo hace, tal y como reconoce y así lo escribe en un blog, con la pasión por todo lo que pueda tener relación con su «súper empresa, mi familia».
Todos residen en pleno centro de la llamada ciudad departamental, en el barrio de Esteiro, y para ellos tampoco son días muy fáciles pero da igual, pesa la responsabilidad social y la ciudadanía, dice y aconseja.
Atiende a Efe al otro lado del teléfono fijo mientras los juegos de los más pequeños de la casa arman el jaleo que se escucha como telón de fondo.
Dice esta súper madre que las cosas van bien «por ahora», pero no se olvida de que las primeras horas de la crisis sanitaria fueron «un poco locura» y tampoco que desde el primer día sin clases en Galicia, el pasado lunes, ha tenido que hacer «frente a todo esto» en otras condiciones.
Por ejemplo, levantarse «a la misma hora, hacer los deberes o montar un rato de estudio», en todo caso sin llegar a abrir la puerta de casa.
Madre disciplinada con los suyos, afirma que lo «importante para que la cabeza esté bien y no desborde» es que la hoja de ruta se encuentre más ordenada que nunca.
Pretende ayudar en todo momento a contribuir que para la prole, con especial atención a una de sus hijas que es gimnasta profesional y solo puede practicar en el hogar, sea más llevadera la cuarentena. A ello contribuye que sepa perfectamente las necesidades de cada uno de sus integrantes.
Por ahora ha relegado los dispositivos móviles con el objeto de evitar, de este modo, una «borrachera de internet», como denomina a este fenómeno.
Leer, «ver una peli» o estar en su «zona de juegos» son las alternativas «mientras estemos sanos», describe.
Dorrío cuenta que en efecto están «todos bien« por el momento, en lo físico y en lo mental, y relata, de manera graciosa, que su hijo de cuatro años pregunta cuándo vienen los Reyes, al creer que es Navidad.
Percibe no en vano el pequeño un ambiente propio de circunstancias festivas, dado que en esas fechas tan alegres no falta nadie, como ocurre ahora.
Mar ve difícil «aburrirse» con tanta gente entre las paredes de su casa. Sin embargo, no duda en afirmar que a medida que vaya pasando el tiempo será más complicado y máxime llegado un hipotético contagio, pues «habrá que ir confinando por habitaciones».
«Ser madre es de las cosas más sorprendentes de esta vida. En Ferrol antaño siempre ha habido familias numerosas y siempre me parecieron unas casas fascinantes. Entraba allí y me quedaba alucinada de ver aquello lleno de gente. Siempre me encantó la idea de tener una familia numerosa«, admite, y además apunta que los niños »van llegando, les pones nombre y te enamoras de cada uno«.
Y, por si alguien viese imposible la idea de criar a tantos , asegura que si se los diesen de golpe no sabría por dónde empezar, pero en su vida «lo bueno es que han ido llegando de uno en uno», de manera que se van incorporando a la rutina familiar y en cada ocasión ha consistido en ir adaptándose «un poquito más», recuerda.
Comparte que, en el difícil panorama desencadenado por la pandemia, entre su marido, Javier Cuadrado, profesor universitario, y ella, desde un inicio recayó en la femenina la «parte más asustada».
Como ejemplo afirma que, presa del pánico, se planteó «ir a por 300 litros de aceite, y hay momentos que me arrepiento», pero tampoco oculta, todavía ahora, que no vio en aquella una idea tan descabellada, porque una pequeña familia necesita «menos víveres que nosotros».
Así las cosas, ¿cómo zanjó el debate familiar? Triunfó la mesura. «Le dejé ganar a él», sostiene.
En lo que sí hubo aquiescencia desde en el comienzo es en que «los abuelitos no aparecen», por supuesto.
Así que, concluye: «Con cabeza y todos sanos».
S.F.
Fotografía: Unsplash