Una alumna participa en un día en La Granja, que cuenta con centros en Santa María de Palautordera (Barcelona) y Fuentidueña del Tajo (Madrid)
[ABC.es] Diez niños forman un corro sentados sobre la hierba. Les acompaña el silencio elocuente de la naturaleza y las palabras de un sonriente treintañero, el monitor. Una de las niñas del grupo se pone en pie; parece que cumple con lo mandado en las normas del «juego». El adulto se dirige a ella con la mirada y le interroga en voz alta: «¿quién eres?». La pequeña responde diciendo su nombre.
Tras unos segundos en silencio, el monitor, con una afectuosa sonrisa, pregunta de nuevo a la menor con lo mismo: «¿quién eres?». «Gitana», contesta la chiquilla. «Bien, gitana y ¿qué más?». «Y mujer», responde ella mirando ya no al adulto ni a ninguno de sus compañeros, sino al horizonte.
Todos atienden a ese diálogo que parece guardar el deseo de decir mucho. «Gitana y mujer y ¿qué más?», insiste el maestro. «Nada más: gitana y mujer», contesta la jovenzuela, ya mirando al suelo.
Aquella situación manifestaba deseos de trascender lo real. Y todos los interlocutores eran observados por los únicos que se atrevían a hablar: unos árboles, con sus ramas. Decidido, el monitor aparta la mirada de la «gitana y mujer» y, haciendo un «paneo» con su mirada, interroga al grupo sobre esa joven que se mantiene en pie: «chicos, ¿qué más es ella?». Bastan dos segundos para que un niño responda, con fuerza, «¡muy guapa!»; «y muy simpática», dice otro. «¡Ella es la mejor amiga que nadie podría tener!»; habla una niña señalando a la protagonista.
El dedo de la «mejor amiga» de aquella que se definía sólo como «gitana y mujer» provocó que todos mirasen, no al dedo sino a la niña que, con sus pequeñas manos, secaba las lágrimas de sus ojos mientras sonreía, agradecida y orgullosa. El monitor rompe con un «¡abrazo de grupo!» y un golpe de viento mueve las ramas de aquellos árboles que se unen, con su aplauso, a aquel hermoso momento.
La Granja
En Fuentidueña del Tajo, a 40 kilómetros de Madrid, está La Granja. ABC ha compartido una jornada con los niños y monitores de este «ability training center» que, aunque ya está a pleno rendimiento,se inaugurará oficialmente en el mes de septiembre.
El protagonismo es de los niños
En este lugar de belleza natural y humana no hay más sonidos que el de las voces de los niños y las de los animales y la naturaleza. En esta granja escuela, «los protagonistas son los niños, ellos son los importantes», asegura Cristina Gutiérrez Lestón, «la alma mater» del proyecto.
La Granja cuenta ahora mismo con centros en Barcelona (Santa María de Palautordera) y Madrid (Fuentidueña del Tajo). Inició su actividad educativa en 1984 y a partir del 2004 comenzó a entrenar las competencias emocionales de los alumnos a través de actividades y circuitos de aventura, con un método propio.
Por la sede de Barcelona pasan cada curso escolar más de 18.000 niños y jóvenes de colegios privados, concertados y públicos, «además de los que asisten a los campamentos de verano», explica Cristina Gutiérrez, su directora.
Pero no sólo los más jóvenes visitan estos lugares sino que también «profesores, familias e incluso empresas» con la intención de entrenar sus competencias emocionales desde la vivencia y la práctica de la educación emocional. Además, el Método La Granja llega también a «los jóvenes que se forman en La Masia del FC Barcelona o a los pequeños enfermos del hospital San Juan de Dios», asegura Cristina. «Y ojalá podamos compartir nuestro proyecto con toda la comunidad educativa», dice.
Cristina Gutiérrez, profesora, es muy crítica con el actual sistema educativo. Desde su experiencia, y con la pasión que le caracteriza, expone que «nuestra sociedad está llena de niños repletos de carencias, de miedo, de desconfianza hacia sí mismos y hacia el mundo, de inseguridad y de ansiedad y estrés. Y seguimos como si nada, alimentando esta generación de niños y jóvenes sentados y evaluados. En Primaria, en Secundaria, en Bachillerato y en la universidad, siempre sentados y evaluados. Y luego en nuestra vida laboral continuamos sentados y evaluados», dice sin borrar de su cara una sonrisa que consigue hacer más creíbles sus palabras. «Además, ¿cuál es el objetivo de la escuela?», se pregunta. «¿Cuántas horas dedicamos en los colegios a las matemáticas en comparación con las que invertimos en formar personas? ¿Será porque nuestro sistema está únicamente pensado y dirigido a que los alumnos consigan buenas notas?»
Cristina Gutiérrez y todas las personas que forman parte de su equipo tienen claro que «educar se consigue emocionando». Por eso, su trabajo se desarrolla siempre en el exterior «porque la naturaleza permite que sucedan cosas que emocionen a los niños». Saben que su labor no es «emocionar por emocionar», sino «emocionar para motivar y cambiar» porque, explica, «nuestra sociedad ha creado la generación «yo-yo y ya-ya» y esto debemos cambiarlo. No podemos seguir como si nada cuando los niños y los jóvenes de hoy piensan en sí mismos antes que en nadie más y no saben esperar nada».
Además, la directora de esta granja escuela es dura con aquellas personas, padres y profesores, que consideran que «motivar a nuestros hijos o alumnos es decirles que lo hacen todo bien». «Es necesario -dice Cristina Gutiérrez- que los educadores observemos mucho y descubramos los talentos de cada niño y también sus errores, con verdad».
El Método La Granja «trabaja sobre retos porque a los niños les encantan los retos. Si he generado el reto y los alumnos lo alcanzan, provoco la moción de la alegría que es tremendamente motivadora. Y como la alegría es contagiosa, si la consigo, todos se mueven», explica.
Además, en este primer «ability training center» de España, utilizan herramientas propias de coaching como el feedback «porque no queremos que lo que viven aquí se quede aquí, necesitamos que quede anclado todo lo aprendido».
Familias y profesores
Este método propio contempla en su plan formativo a la familia como una parte fundamental e imprescindible del proceso educativo. La directora está convencida de que «necesitamos a la familia para caminar con ella, siempre juntos y siempre hacia adelante. No podemos permitir que el niño llegue a casa y pierda todo lo aprendido en la escuela». Por eso también trabajan con los padres a través de correos electrónicos o cuentos.
Cristina Gutiérrez pide a los padres que no hagan nunca lo que puede y tiene que hacer el niño: desde los deberes hasta hablar con el profesor. «Si no crearemos hijos del «yo no puedo» para siempre. Esos niños de tres años que en la escuela se caen y esperan a que alguien les levante porque no están acostumbrados a levantarse solos… Y si eso lo permitimos en la infancia, llegará hasta la universidad. El niño sobreprotegido al final sentirá, sí o sí, un miedo paralizante porque le hemos estado diciendo toda la vida: «tranquilo, ya te lo hago yo porque tú no puedes»».
En La Granja se reconoce también la importancia de los profesores, «los mentores del niño, aquellos que están con nuestros niños ocho horas al día, cinco días a la semana durante nueve meses».
«El problema hoy es que los profesores se han pasado en humildad «tres pueblos»», dice Gutiérrez. «¿Quién está en la trinchera? ¡Los profesores! Si no se respetan a ellos mismos, nadie lo hará.Nadie conoce más a los niños que ellos. ¡Yo no estoy ocho horas con los pequeños viendo cómo trabajan, cómo interactúan!», sentencia.
Según la directora, es necesario que los profesores de hoy se quieran y se cuiden más porque «si yo no me cuido no puedo cuidar de manera sana a nadie». Además, recomienda saber gestionar el miedo y evitar las quejas: «Si el director se queja, se quejan todos. Y después de cada queja todo sigue igual o peor. Si nosotros no trabajamos queriéndonos y siendo coherentes, los niños, que se dan cuenta aunque pensemos que no, ya no nos mirarán».
Cristina Gutiérrez, autora, entre otros, del libro «Entrénalo para la vida», recomienda a los profesores hablar con seguridad, tanto a los niños como a las familias, y cambiar en lo necesario: «uno de los problemas de los educadores de hoy es que quizás no nos han dado las herramientas necesarias para trabajar correctamente. Si los niños y los jóvenes han cambiado, quizás nosotros también tendríamos que cambiar algo. ¿Qué los niños no escuchan como antes? Cambiemos el método», dice.
En La Granja enseñan que «lo ideal» es que cada profesor cuide «a cada niño como le gustaría a él haber sido cuidado. Sin olvidar que los niños pueden enseñarnos muchas cosas: no es que ellos no se enteren de nada, quizás el que no se entera es el profesor», dice la educadora.
En Barcelona, este «ability training center» tiene lista de espera. En Madrid todavía no. Sin duda es un lugar que, por lo visto y oído, podría ser modelo para la transformación necesaria del sistema educativo actual. Los que lo hacen posible saben que la educación es «cosa de todos», no sólo de los profesores. Y, para llevarla a cabo, es necesario ayudar a los niños a crecer y educarse con lo que cada uno de ellos son hoy; si no seguirá sucediendo lo denunciado por una de las menores participantes: «a mí todos me dicen lo que necesito hacer para ser mayor, pero nunca lo que necesito para ser ahora».
Marcos Torres
Fotografía: Aika Educación