Adolescentes y redes sociales: ni pueden, ni quieren dejarlas

Un 72,4% reconoce mirar el móvil constantemente, según un informe realizado por Google, la FAD y BBVA en el marco del proyecto «Conectados»

[Periódico ABC] Casi la totalidad (un 92%) de adolescentes españoles de 14 y 16 años reconoce tener un perfil propio en redes sociales y lo usan, fundamentalmente, para sentirse integrados en el grupo. Quieren que los demás les vean, respondan a eso que comparten y obtener su aprobación, si puede ser, de forma inmediata. No obstante, admiten que la inseguridad de exponerse, el no recibir respuesta, que esta no sea la esperada o, incluso, los mensajes de rechazo… es lo que menos les gusta de las redes sociales. Estas son lagunas de las principales conclusiones del estudio «Las TIC y su influencia en la socialización de los adolescentes», una investigación realizada por FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción), Google y BBVA en el marco del proyecto Conectados ( proyectoconectados.es) y que fue presentado ayer en el campus madrileño de la tecnológica.

A todas horas

El estudio arroja datos llamativos como que cerca del 90% de los adolescentes españoles en esta franja de edad disponen de entre 2 y 5 dispositivos personales, destacando entre ellos el smartphone en primer lugar (89,9%), seguido por el ordenador portátil (76%) y tablet (69%). La mayoría de ellos indican, además, que tienen estos aparatos en su poder desde hace al menos dos años, lo que viene a corroborar, una vez más, la temprana edad a la que estos menores tienen acceso a las TIC. Esta elevadísima accesibilidad lleva a que la mayoría (el 83,6%) reconozcan un uso intensivo del móvil, y hasta un 72,4% admitan mirar el móvil constantemente.

Aplicaciones favoritas

¿Qué utilizan? La aplicación de Instagram para publicar sus fotos (ver y ser vistos), WhatsApp para comunicarse con sus amistades más cercanas o su familia, y el canal de Youtube para consumir contenidos, o sentirse «fan» (desde hacer seguimiento de «gamers» a visualizar videoclips). También utilizan Twitter para seguir a sus ídolos y Facebook como plataforma para juegos y mantener amistades lejanas.

Es decir, aclaró la directora técnica de la FAD, Eulalia Alemany, «utilizan masivamente las redes tanto para comunicarse como para producir contenidos, y tienen una mirada ambivalente sobre las mismas: una amplia mayoría es consciente tanto de la potencia y los beneficios como de las limitaciones y los riesgos. Saben que las personas en internet mienten más que en el cara a cara, o que los códigos de relación en estos contextos son diferentes a los que existen frente a frente. Nos referimos al “postureo”, y a que reconocen que la imagen se adapta a lo que las propias redes están pidiendo. Es un vaivén entre lo que pongo y lo que quiero que vean». «Los adolescentes utilizan las redes para autopresentarse. En ellas se muestran a los demás y la respuesta que reciben les da su nivel de popularidad y de integración. Esto les retroalimenta para volver al principio. Los adolescentes no pueden, ni quieren dejar de estar», determinó.

Necesidad de apoyo

Por este motivo, el informe también analiza las destrezas que estos menores declaran poseer y los aprendizajes que dicen recibir tanto en la escuela como en casa, y la conclusión es que son «autodidactas, pero con necesidad de apoyo». Así, de forma mayoritaria, estos menores creen tener el mismo nivel de habilidad tecnológica que sus amistades o que la gente de su edad, y un elevado 83% indica que tienen bastante o mucha más habilidad que sus padres y madres y el 59,8%, que sus docentes.

La realidad, prosiguió Alemany, es otra. «No son nativos digitales. Nadie nace aprendido y, por tanto, como en cualquier otro ámbito de la vida, cuanto mejor es el aprendizaje, mejor es la adaptación para el futuro. De hecho, los jóvenes entrevistados se consideran muy preparados, pero eso no implica que sepan manejar con acierto las redes, ni que tengan tantos conocimientos como deberían», recalcó. Es más, el estudio detecta en ambos terrenos educativos, tanto en el colegio como en el hogar, sendas oportunidades pedagógicas. «Los adolescentes perciben un escaso apoyo por parte de sus docentes y progenitores en general en sus actividades en internet, si bien es cierto que estos detectan un mayor grado de asistencia por parte de su familia, en casa, que de sus profesores», matizó la directora técnica de la FAD.

En el aula

Aunque la implantación de Internet en los centros escolares es casi universal, según datos del Ministerio de Educación, el acceso a la red en las aulas está bastante regulado y restringido a las actividades académicas. En ese sentido, la percepción de los adolescentes es que usan «poco» las TIC en clase: solo dos de cada diez indican su utilización para tareas en colaboración con sus compañeros o para mantener el contacto académico con sus profesores, aunque la mayoría (el 51,2%) admite que sus docentes les impulsan a realizar trabajos escolares apoyados en internet con mucha frecuencia.

Según estos menores, en el colegio se les enseña, sobre todo, competencias digitales relacionadas con la edición de texto y con la búsqueda de información, pero no se les transmiten habilidades relacionadas con la seguridad en el uso de los dispositivos. «Falta también educación en pensamiento crítico, en reflexión, en derecho en el uso de la información (autoría) y un largo etcétera», añade Alemany.

Aprendizaje actual

La explicación para esas diferencias entre lo que reciben en la escuela y las habilidades que declaran poseer, así como la escasa percepción de mediación «digital» tanto de progenitores como de docentes, puede encontrarse, insistió la directora técnica de la FAD, «en el autoaprendizaje y la facilidad que tienen para lograr estos recursos en tutoriales, en webs especializadas, en Wikipedia… Es como aprenden. Nada viene de una sola fuente, ni es fruto de una educación reglada, pero esto nos tendría que dar pistas sobre cómo afrontar el futuro». «Es importante formar a los jóvenes para que sepan gestionar la tecnología de forma responsable y entiendan cómo utilizar la privacidad. No todo se puede compartir, igual que uno no se sube a un coche de un desconocido o deja el álbum de fotos familiar en un parque. Es necesario que tengan respeto por el otro, y eviten el discurso del odio», señaló por último el director de Políticas y Asuntos Públicos de Google España y Portugal, Francisco Ruiz Antón.

Carlota Fominaya

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