Formar una familia es una aventura apasionante, pero como toda aventura, la familia tiene como punto de partida un ideal, un proyecto que suele ser poco realista. Redescubrirse, aceptarse y perdonarse son auténticos retos.
Estoy leyendo un libro que lleva por título La familia imperfecta, de Mariolina Ceriotti, neuropsiquiatra infantil italiana. En él se analizan en profundidad las dinámicas propias de la familia desde el realismo y el sentido común que le proporciona su amplísima experiencia profesional, La familia perfecta, en efecto, no existe. Así de claro. Nadie es perfecto y tampoco lo son las relaciones entre las personas. Todas las familias sin excepción procuran hacer las cosas lo mejor posible, aunque se equivoquen algunas veces. Hoy muchos padres desconfían en su capacidad de educar, como si esta tarea se hubiese convertido en una cuestión para especialistas.
El libro ayuda a redescubrir, con alivio, que traer hijos al mundo y educarlos es una oportunidad grandiosa, un auténtico regalo que está al alcance de todos. Porque cada niño que nace lleva consigo algu muy valioso; una confianza absoluta en aquellos a quienes ha sido confiado. Los hijos merecen ser amados y educados por sus padres, contando con sus errores e imperfecciones, y no por otros hipotéticamente “más perfectos”. Ceriotti ayuda a comprender que, a menudo, lo que se percibe como “defecto” puede llegar a ser, incluso, un componente del amor.
Formar una familia es una de las más apasionantes aventuras que se puedan emprender en la vida, con todos sus ingredientes de pasión, alegría, valentía, certeza: pero también con dolor, aburrimiento, desorientación o incertidumbre. Como toda aventura, la familia tiene como punto de partida un ideal, un proyecto que suele ser poco realista. La experiencia, el tiempo y la vida misma se encargan de hacer caer en la cuenta de que ese ideal no existe. O mejor, no existe tal como se pensaba, precisamente porque se trazaba sin contar con la imperfección que acompaña siempre al ser humano. De ahí la importancia de aprender a “redimensionar” ese ideal originario, contando con la realidad de quienes somos y hemos llegado a ser. Redescubrirse, aceptarse y perdonarse, son los auténticos retos de las relaciones familiares.
Montserrat Gas Aixendri (Instituto de Estudios Superiores de la Familia, UIC Barcelona)
Fotografía: Unsplash